FEBRERO 11, 2019 POR: Columnista Invitado EDICIÓN No. 24
De exagerar se alimenta la humanidad
POR: Javier Giraldo
Cuenta una historia que circula en redes sociales que un campesino cansado de la rutina decidió vender su finca y le pidió a un vecino, que gustaba de la poesía, que le hiciera el anuncio para vender su propiedad. El vecino accedió y pronto le entregó este texto: "vendo un pedacito de cielo, adornado con bellas flores y verdes árboles, hermosos prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás hayan visto".
El poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió visitar el terreno pensando en conocer a sus nuevos vecinos, pero se llevó una gran sorpresa: el hombre que le pidió el aviso no se había mudado y seguía trabajando en ese campo.
Cuando le preguntó por qué no se había ido, el vecino respondió que después de leer el aviso se había dado cuenta de que tenía un lugar maravilloso y dudó de que pudiera encontrar otro mejor.
La historia termina con la reflexión que invita a valorar la vida, la familia, el trabajo y demás circunstancias actuales porque en muchos casos el inconformismo y el pesimismo ganan.
Por lo mismo, la política, la religión, la cultura, la economía, el arte, el sexo, etc. están marcados por la exageración porque ella alimenta, es decir da vida, a la humanidad
Pero se me ocurre pensar que así como ese texto cambió la mirada del protagonista de la historia, y por eso su decisión, la especie humana vive de subrayar los aspectos que marcan su vida, es decir miran con lupa algo que les despierte interés y se dedican a eso, es decir, exageran todo y todo el tiempo.
Comencé con el ejemplo de la historia del campesino, porque en la literatura la exageración, conocida con el nombre de hipérbole, es un recurso muy usado, casi desde el principio de las letras, con el fin de resaltar la expresividad. Con seguridad, viene de la narrativa, pero otras formas de expresión también la han adoptado. No existiría la caricatura si no fuera por la exageración de rasgos físicos y de posturas ideológicas. No existirían las trovas, si no fuera por agregarle música a la perspectiva pícara de los autores y podríamos concluir que cada genio es una muestra de exagerada dedicación al conocimiento.
Quién desconoce frases de las madres que critican al hijo que se mueve “tan lento como una tortuga” o que se quejan porque “repiten órdenes millones de veces”. Quién no ha dicho que “la lluvia parece un diluvio” y trae “hasta maridos”; o quién no ha sentido tanta hambre como para “devorar un animal entero”; y quién no ha cantado que “quiere tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar”.
El origen de la palabra exageración (según indica la ciencia dedicada a esa tarea, conocida como etimología) está en el griego: "ὑπερβολή" que significa exceso. En el latín, indican otros estudios, está la palabra “exaggerare” con significados como acumular, amontonar, hacer crecer algo hacia afuera colmando o amontonando. De ahí se deriva “exaggeratio, exaggerationis”, con el sentido de acumulación de tierra. Y es fácil entender que la idea de sobrepasar un límite fácilmente terminó asociada.
Por lo mismo, la política, la religión, la cultura, la economía, el arte, el sexo, etc. están marcados por la exageración porque ella alimenta, es decir da vida, a la humanidad. Eso no tendría observación si no fuera por esa otra exageración que trata de ser una medida proporcionada: “todo extremo es vicioso”.
De modo que con este tema como eje de reflexión de esta edición, considero que es hora de reconciliarnos con el concepto de exagerar porque tiene mucho que ver con nuestra existencia. Eso sí, surgen dudas: ¿cada uno tiene claras sus exageraciones? ¿Es consciente de que como son “extralimitaciones” podrían afectar a otros? ¿Sabe cómo practicarlas para gusto propio y de quienes lo rodean?
… Ahora creo que llegó el momento del punto final, no vaya ser que quienes han leído hasta aquí consideren ya estoy exagerando con la información y sobre todo con la reflexión. Disfruten sus exageraciones. Hasta la próxima.
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